Hace dos milenios las casas en la antigua Jerusalén, eran construidas con cañas secas y con ladrillos de adobe, amasados con los pies y cocidos al sol. Las paredes poseían un revestimiento de cal y el piso de la vivienda era de tierra aplanada en ocasiones mezclada también con cal.
La mayor parte de las casas eran de un solo nivel con dos habitaciones y solía contar con un establo y a veces con un taller de oficios, mientras que los techos eran de palma con trabes de madera recubiertos con barro apisonado, pasándose luego sobre ella un rodillo de piedra.
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Las casas contaban con pocas ventanas, las cuales abrían hacia la calle protegidas por barrotes de madera y en ocasiones con una celosía para ver desde adentro pero sin ser vistos.
Tanto las puertas como las ventanas ordinariamente eran construidas de madera de sicómoro.
Las casas de los más ricos eran de piedra y argamasa. Las habitaciones se distribuían alrededor de un patio central.
